La polarización del mercado laboral en España (3/3)

La expansión de los trabajos del sector servicios de baja cualificación (actividades manuales no rutinarias) destaca especialmente dentro del patrón de polarización que se ha mostrado en la primera contribución de esta miniserie. Este fenómeno es de interés por varias razones.

Primero, el empleo en el sector terciario de baja cualificación incluye el mayor porcentaje de trabajadores con jornada a tiempo parcial. La Figura 1 ilustra la evolución de la estructura de empleo entre 1981 y 2011 distinguiendo entre trabajadores a jornada completa y aquellos con jornada parcial. Al comienzo del período, los trabajadores con jornada parcial representaban menos de un cuarto del total de empleo en todos los tipos de ocupaciones. Este porcentaje se incrementó en las décadas intermedias del periodo. En 2011, el empleo a jornada parcial cayó en todas las ocupaciones, probablemente como resultado de la crisis económica. Estos datos destacan que las ocupaciones manuales no rutinarias (“Man” en la leyenda de la figura) son las que presentan el porcentaje más alto de trabajadores con menos de 40 horas semanales a lo largo de todo el período, representando a más del 40% de los trabajadores ocupados en este sector en1991.

Figura 1. Evolución del porcentaje de empleo a media jornada y jornada completa (1981-2011)

Segundo, el sueldo de los trabajadores del sector servicios presenta una importante brecha cuando se compara con las ocupaciones análogas de baja cualificación[1]. La Tabla 1 muestra que a pesar del incremento en el salario experimentado por los trabajos del sector servicios entre 1995 y 2010 (de 5,85 a 9.97 euros/hora), este tipo de trabajos presenta una importante brecha de alrededor del 53% cuando se compara con otras ocupaciones de baja cualificación.

Tercero, los trabajadores en ocupaciones de bajo nivel han exhibido importantes niveles de envejecimiento. En la composición demográfica de trabajadores se pueden distinguir tres grupos: los jóvenes (con menos de 29 años), aquellos que están en los años más productivos (del inglés prime working age –entre 30 y 54 años) y los mayores (más de 54 y menos de 65).[2] La Tabla 2 muestra un claro envejecimiento de los trabajadores ocupados en el sector terciario de baja cualificación, con un decrecimiento de más de la mitad de jóvenes acompañado de un incremento del 64% de los trabajadores en sus años más productivos. Esto sugiere un cierto desplazamiento de los trabajadores en ocupaciones rutinarias con experiencia que han sido reabsorbidos por otras ocupaciones en las que se requiere un perfil más bajo.

Por último, el nivel educativo medio entre las ocupaciones de servicios en España es relativamente alto. De hecho, el crecimiento de estos trabajos durante las últimas décadas contrasta con el crecimiento más lento de otras ocupaciones similares de baja cualificación como la construcción, el transporte, los trabajadores de la minería, del sector agrícola o del sector artesano. La Figura 2 muestra las distintas ocupaciones según el nivel educativo: aproximadamente el 25% de los trabajadores realizando actividades manuales no rutinarias carecían de estudios básicos en 1981, pero este porcentaje ha decrecido considerablemente en los años 90 y posteriormente. De hecho, en el período estudiado el nivel educativo de los trabajadores de este sector se ha vuelto bastante semejante al de las ocupaciones rutinarias. Este resultado va en la línea de otros trabajos que muestran que el porcentaje de trabajadores sobre-cualificados en España es dos veces mayor que en otros países de la OCDE (Dolado et al, 2013; Montalvo, 2013; OECD, 2010).

Figura 2. Evolución del nivel educativo de los trabajadores según actividad ocupacional

Conclusión

La especial atención que la terciarización del mercado laboral español requiere se debe a:

  • El incremento en el empleo a tiempo parcial y de carácter temporal;
  • Un alargamiento de la brecha salarial respeto a ocupaciones análogas en términos de baja cualificación;
  • El crecimiento de la edad media entre los trabajadores de servicios, lo cual implica el riesgo de desplazamiento de la población ocupada, es decir, que individuos con más experiencia impidan o retrasen la entrada en el mercado laboral de los más jóvenes en aquellas ocupaciones que, típicamente, representan la primera experiencia de trabajo;
  • El aumento del nivel educativo medio entre empleados de ocupaciones de servicios, lo cual implica el riesgo de desajuste entre el nivel de formación y la calidad del empleo.

Ante estos desafíos, la clásica recomendación de mejorar el acceso a la educación (que en el caso español significaría hacer frente a las altas tasas de abandono y fracaso escolar) podría resultar redundante considerando que las oportunidades de empleo correspondiente al nivel de formación escasean, especialmente después de la crisis de los últimos años. No resulta sorprendente que en la coyuntura actual la estrategia menos arriesgada para las empresas españolas es buscar la eficiencia a través de la reducción de costes en la mano de obra. En nuestra opinión, para hacer frente a estos desafíos sería necesario poner en marcha unas políticas laborales activas a nivel local. Por ejemplo, los responsables políticos a nivel regional podrían apoyar la difusión de buenas prácticas para ayudar a las empresas a reorientar su estrategia de reducción de costes y poder competir en el mercado global. Al mismo tiempo, una colaboración más cercana entre los gestores locales y el sector privado podría mejorar la calidad de programas de formación que son necesarios para prevenir o reducir la escasez de personal con una cualificación ajustada a su puesto de trabajo. En una línea similar, los sistemas de gestión del rendimiento laboral y los programas de formación también necesitan focalizarse en los resultados del empleo y los sueldos a largo plazo. Por último, las autoridades locales disponen de múltiples herramientas para promover la evaluación de los programas piloto en las actividades de formación y empleo que podrían facilitar la modificación de programas y la asignación de recursos en respuesta a la evidencia empírica.

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Una versión más extendida del tema tratado en la presente contribución está disponible en la Series "Papers in Evolutionary Economic Geography", Documento WP#16.28

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[1] Aunque los análisis de las contribuciones anteriores se basan en la información proporcionada por el Censo, este no incluye información relativa a los salarios. Por ello los datos salariales proceden de la encuesta de Estructura de Salarial (ES) para los años 1995, 2002, 2006 y 2010. Estos datos se han fusionado con la información del Censo usando el código nacional de ocupaciones (CNO). La ES se basa en un cuestionario que incluye información anual sobre salarios y número de horas trabajadas por los individuos entre otras preguntas. Usando esta información, se calculó el salario medio por hora trabajada para los grupos principales de los distintos códigos nacionales de ocupaciones (adaptados usando ISCO-88). Ya que este código es único, se ha reasignado la clasificación de códigos de la ES con los del CNO.

[2] Para cada año de la encuesta del Censo, se ha calculado el porcentaje de trabajadores en cada categoría sobre el total de trabajadores del sector servicios así como el incremento en cada década y en el período completo. Los porcentajes no suman el 100% porque hay algunos trabajadores fuera de estos intervalos.