Triste noticia: Ha fallecido Puay Tang

02/12/2018

Puay Tang

Puay Tang

Esta mañana, cuando venía al trabajo, me paré a comprar el habitual paquetito de pañuelos a uno de los africanos que tengo en nómina, por así decir, y, cuando le pregunté cómo le iba, me contestó: “Gracias a Dios, tenemos la vida”.

Su respuesta me devolvió dolorosamente el recuerdo de Puay, de la que ayer por la mañana me enteré que había muerto de un cáncer tardíamente diagnosticado.

Pasé todo el día con un nudo en la garganta y un deseo reprimido de llorar, recordando las ruidosas carcajadas de adolescente de Puay; su mirada pícara y penetrante, que reflejaba su inteligencia y su agudeza; sus síntesis tan rápidas, tan brillantes y tan certeras; su valentía, rayana en la osadía.

Cuando llegó mi mujer, Ángeles, a casa por la noche me preguntó: “¿Qué te pasa?” y le dije: “Estoy muy triste, se ha muerto Puay”. Casi al mismo tiempo dijimos los dos: “No toca, no compra”, una frase que soltó ella una vez, hace años, en una frutería en la que no le dejaban tocar la fruta y que venimos repitiendo desde entonces al recordarla.

Puay era una investigadora vocacional y profesional, de una solidez intelectual fuera de lo común, y en sus artículos se percibe su irrenunciable autoexigencia: dignitatis memores ad optima intenti, “quienes son conscientes de su dignidad tienden a lo mejor”.

Solo he leído poco más de media docena de sus artículos publicados en las conocidas revistas de cienciometría y política científica a las que solía enviar sus trabajos. Me interesaba particularmente lo que publicaba sobre la dimensión emprendedora de los profesores universitarios, los modelos de las oficinas de transferencia de conocimiento, el desarrollo de indicadores para las ciencias sociales y la contribución de estas al diseño de políticas públicas.

Puay era la típica ciudadana de nuestro tiempo: una china étnica que vivió en su infancia en Malasia y luego recaló en Canadá, que consideraba su país: ubi bene, ibi patria, “donde uno está bien, allí es su patria”. De Canadá pasó a EEUU hasta que finalmente, se instaló en Sussex. Allí pasó la mayor parte de su vida, sin que nunca dejaran de sorprenderle las ocasionales excentricidades británicas.

Dicen que uno no se muere totalmente mientras quede alguien que lo recuerde, lo eche de menos, lo cite.

Pues bien, Puay no está totalmente muerta porque somos muchos los que recordaremos su vitalidad, su energía, su inteligencia, su simpatía durante muchos años.

Javier López Facal. Profesor de investigación ad honorem del CSIC