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¿Están las soluciones al cambio climático a la vuelta de la esquina o en nuestros barrios?

Resumen

A menudo escuchamos decir a los políticos, a las grandes empresas o a investigadores de prestigio que las soluciones al cambio climático están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, estas soluciones nunca acaban de llegar, a la luz de unos hechos que nos dicen que el cambio climático no está siendo en absoluto mitigado. Quizá sea porque las soluciones están en realidad más cerca, en nuestros pueblos y barrios, en las múltiples iniciativas comunitarias y colectivas al lado de nuestras casas, en cooperativas y grupos autogestionados, creados y sustentados por la implicación y el compromiso de nuestras vecinas y vecinos, más allá de las lógicas del mercado o del estado.

¿Están las soluciones al cambio climático a la vuelta de la esquina o en nuestros barrios?

Los medios de comunicación nos prometen para un futuro próximo un escenario de una sociedad plenamente sostenible, libre de la amenaza del cambio climático. En pocos años, los productos orgánicos coparán los estantes de los supermercados. Nos olvidaremos de comer carne gracias a súper-deliciosos productos de soja hechos a base de súper-semillas modificadas genéticamente. Coches eléctricos abarrotarán autopistas inteligentes. Gran parte de nuestra energía será producida por majestuosos aerogeneradores eléctricos que se extenderán a lo largo de km y km de nuestros montes al tiempo que dan alternativas al mundo rural. Los prósperos mercados de carbono contribuirán a su vez a la reducción de emisiones de CO2.

Este mundo soñado estaría ya a la vuelta de la esquina. Estas soluciones habrían sido, no en vano, desarrolladas y probadas por las mentes más privilegiadas en los rascacielos más sostenibles de las ciudades globales más inteligentes. Estas soluciones habrían conseguido sacar lo mejor del libre mercado, promocionar el espíritu de la innovación y la sana competición entre seres humanos que buscan un mundo mejor. Habrían conseguido un perfecto maridaje entre el lucro y la sostenibilidad, entre el capitalismo y la ecología.

Sin embargo, hay también una mala noticia: estas soluciones, este mundo soñado, se basan en una lógica simplista y muy problemática, así como en una fe ciega en la tecnología que no ha resuelto los graves problemas de la humanidad. Es más, no tenemos evidencia que estas soluciones estén funcionando, o que puedan llegar a hacerlo en el tiempo prometido, para solucionar problemas que son de una naturaleza mucho más compleja de lo que se da por sentado.

Aunque no parece que tengamos muchas razones para creer en estas soluciones a la vuelta de la esquina, sí parece que hay una buena noticia: existen también soluciones alternativas que están creciendo frente a nuestras casas, en las que sí podemos tener razones para creer que pueden funcionar, ya proponen soluciones más complejas, adaptadas y radicales.

En nuestros barrios, pueblos, aldeas, lugares de trabajo o de estudio, existen ya un buen número de iniciativas que están promoviendo una manera alternativa de producir, de consumir, de intercambiar, de transportar, de relacionarse con las personas y con la naturaleza.

Se trata de experiencias tales como cooperativas energéticas locales, grupos de consumo agroecológico, monedas sociales, bancos del tiempo, coches compartidos, cooperativas de viviendas comunitarias, iniciativas de agricultura urbana, y un largo etcétera. Promueven un mundo en el que para consumir comida las personas se organizan en grupos autogestionados y se conectan, intercambian y aprenden con productores locales. Un mundo en el que los edificios se autoabastecen de energía limpia a través de pequeños paneles solares, molinos de viento u otras fuentes renovables, de propiedad colectiva y en manos de la ciudadanía. Un mundo en el que los patrones de vida y el urbanismo reducen la necesidad de desplazarse, y la movilidad se promueve a base de vehículos compartidos impulsados por combustibles no fósiles.

En nuestra investigación nos hemos aproximado a varias de estas experiencias. Nos ha llevado a ver que estas iniciativas son locales y diversas. Están embebidas en el contexto y en el propio territorio. Han sido creadas por nuestros vecinos y vecinas, para abordar no solo nuestras necesidades sino también las de las generaciones futuras. Y son realmente transformadoras, pues están experimentando con formas radicales –pero aparentemente viables- de nuevas maneras de organizarse social y económicamente. Promueven relaciones directas y justas, basadas en la confianza y la colaboración entre personas productoras y consumidoras de bienes y servicios. Promueven la implicación ciudadana y la construcción de comunidades, de barrios y pueblos. Se basan en el diálogo, la participación, la reflexión y la deliberación. Son espacios de democracia radical, aprendizaje y de creatividad.

Son lugares para experimentar con alternativas para hacer frente al reto del cambio climático. No se diseñan recetas ni soluciones cerradas, sino que la alternativa se construye en el proceso, abierto, flexible, cambiante y democrático. Algunas de estas iniciativas pueden crecer, otras replicarse, otras inspirar nuevas prácticas, otras ofrecer nuevos marcos y análisis de los retos actuales, y en general todas abren nuevos espacios para el debate y el diálogo. En definitiva, nos están ofreciendo soluciones sistémicas: no plantean reformas o pequeños cambios en un modelo insostenible, sino que presentan modelos alternativos basados en maneras alternativas de producir y distribuir bienes y servicios, y en nuevas relaciones, tecnologías, instituciones, valores, perspectivas y rutinas.

Sin embargo, todavía son iniciativas aún pequeñas. Necesitan madurar, alimentarse y conectarse. Aun así, ya están abriendo un nuevo camino… ¿Qué estamos esperando para descubrirlas, apoyarlas y unirse a ellas? Estas alternativas no las proponen ningún grupo poderoso sino nuestras vecinas y vecinos. Naces de las visiones y los sueños de quienes que sí están a la vuelta de la esquina.

Sergio Belda-Miquel y Victoria Pellicer-Sifres son investigadores en INGENIO (CSIC-Universitat Politècnica de València), interesados en innovaciones sociales colectivas y en la transformación social. Centran principalmente su investigación en iniciativas locales en la ciudad de Valencia (España).

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