La polarización del mercado laboral en España (2/3)

La primera contribución de esta miniserie de entradas al blog ha ofrecido una panorámica de los cambios estructurales que han acontecido en el mercado laboral de España durante las últimas tres décadas. En ella se ha puesto énfasis en la polarización del empleo, un fenómeno que se observa cada vez con más frecuencia en prácticamente todas las economías avanzadas. Explicándolo de manera sintética, en un mercado laboral polarizado la demanda de ocupaciones de medio nivel, o “rutinarias” (como oficinistas y operarios) crece significativamente menos que la demanda de trabajos “manuales” de baja cualificación (ej. limpiadores, camareros, o conductores de autobús) y de ocupaciones “abstractas” que requieren alta cualificación (ej. gerentes, profesionales). Nuestro análisis de los datos del censo entre el 1981 y el 2011 confirma la existencia de esta polarización en el mercado laboral español.

En la presente contribución seguimos analizando esta dinámica centrándonos en los mercados de trabajo de las cincuenta provincias españolas (las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla no se han tenido en cuenta para el análisis debido a sus particulares características).

Patrones geográficos

La Figura 1 muestra la distribución geográfica de los cambios en la estructura de empleo entre 1981 y 2011. En el panel superior, las provincias marcadas con tonos más oscuros se corresponden con niveles más altos de ocupaciones rutinarias (como oficinistas y operarios) en 1981. Usando el mismo código de colores, en el panel inferior de la figura se evidencian los cambios en el empleo de ocupaciones manuales no rutinarias de baja cualificación entre 1981 y 2011. Comparando las dos figuras se observa claramente que las provincias con más alta concentración de empleo “rutinario” al principio del periodo (panel superior) coinciden de manera sistemática con las provincias donde más ha crecido el empleo en servicios a lo largo de las tres décadas (panel inferior). En particular, desglosando por provincia y categoría ocupacional, las similitudes son aún más evidentes. En primer lugar, aparecen las provincias más industrializadas del norte como Álava o Guipúzcoa en el País Vasco y Navarra, todas ellas especializadas en la producción de maquinaria, el transporte de materiales y plásticos, así como en la extracción de metales. Un patrón similar, aunque menos intenso, se observa en Cataluña y Cantabria. Dentro de este segundo bloque también se encuentran las provincias mediterráneas más septentrionales focalizadas en el sector manufacturero del calzado y la marroquinería (como Castellón, Alicante o Valencia) y la industria agro-alimentaria (como Murcia o Jaén) que mostraban elevados niveles de empleo rutinario en 1981.

Figura 1. Distribución geográfica del % de empleo

Panel A: Empleo de ocupaciones rutinarias en 1981

Panel B: Crecimiento de empleo de servicios 1981-2011

El siguiente grafico (Fig. 2) confirma la robustez de la relación entre la intensidad del empleo rutinario a principio de periodo, en 1981, y el crecimiento del empleo en servicios a lo largo de las tres décadas en las provincias españolas. La coincidencia entre dotación inicial de ocupaciones rutinarias y crecimiento de empleo de bajo nivel se remonta a la profunda remodelación de la organización del trabajo que empezó en los años ochenta a raíz de la adopción de nuevas tecnologías. Según la explicación más consolidada en la literatura[1], la creciente automatización de las actividades productivas ha desencadenado un proceso de sustitución entre capital y trabajo cuya manifestación ha sido la obsolescencia de algunas tipologías de trabajo y, a la vez, el incremento de productividad en otras clases de ocupaciones. Concretamente, los sistemas computarizados aseguran niveles de eficiencia muy elevados en la realización de tareas rutinarias, es decir, actividades que requieren la especificación exhaustiva de instrucciones y de reglas de ejecución como, por ejemplo, el ensamblaje de la estructura de un automóvil (tareas rutinarias manuales) o el procesamiento de datos (tareas rutinarias cognitivas). A medida que la tecnología ha permitido realizar estas tareas con una calidad creciente y unos costes cada vez más bajos, la demanda de trabajadores que anteriormente desempeñaban estas actividades se ha desplomado. Este proceso ha desfavorecido a los trabajadores con cualificación de nivel medio, típicamente empleados como operadores de maquinarias o administrativos. Por otro lado, los avances en automatización no representan una amenaza, hasta el momento, para los trabajadores cuyas tareas principales son no-rutinarias, es decir en actividades de trabajo (ya sea “manuales” de baja cualificación  o ”abstractas” de alta cualificación) que requieren altos niveles de discrecionalidad y adaptabilidad física y cognitiva que están todavía fuera del alcance de la tecnología.[2] El conjunto de estos procesos genera el patrón característico de la polarización del empleo.

Figura 2: Relación entre empleo rutinario y de servicios

La evolución histórica del empleo en las provincias españolas pone de manifiesto la coexistencia de diferentes patrones de ajuste frente a los retos de la desindustrialización. Por un lado están las grandes ciudades como Barcelona y Madrid, que han conseguido adaptarse gracias a la mayor diversidad de sus economías locales. Madrid se ha especializado en las actividades intangibles de alto valor añadido como los servicios financieros y de negocios, mientras que Barcelona ha reorientado su capacidad manufacturera hacia los sectores de producción y diseño de alta tecnología. No sorprende que en estas dos ciudades se encuentren los mayores porcentajes de empleo en ocupaciones abstractas como los gerentes, ejecutivos y profesionales. De manera contraria, mientras que la demanda de ocupaciones del sector servicios poco cualificadas se ha incrementado a lo largo de la geografía española, el mayor repunte ha tenido lugar en las provincias intensivas en el sector manufacturero como Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Alicante, Valencia o Castellón, donde la gran contracción de actividades con carácter principalmente industrial no ha dado paso a transformaciones hacia productos y servicios intensivos en conocimiento.

Si bien es cierto que la expansión de ocupaciones de servicios es solo una cara de la moneda de la polarización, ya que la demanda de trabajo ha aumentado también en ocupaciones de alto nivel (véase fig. 1 de la primera contribución), también es cierto que estos patrones marcan una trayectoria en la evolución del mercado laboral con peculiaridades que serán analizadas en detalle en la próxima contribución.

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Una versión más extendida del tema tratado en la presente contribución está disponible en la Series "Papers in Evolutionary Economic Geography", Documento WP#16.28

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